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Danzantes yoreme-mayo con máscaras y tenábaris bailan mientras alzan un “torito” de fuego sobre la multitud; chispas y humo iluminan la fiesta nocturna.

El Conti y el Torito: cuando la fe y la fiesta se unen en San Miguel.

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En el tercer conti de la Cuaresma, vivimos algo especial en San Miguel Zapotitlán. Al finalizar la ceremonia, la solemnidad dio paso a la alegría y la convivencia, demostrando que lo ceremonial y lo festivo pueden unirse sin perder su esencia, en un momento de profundo respeto, tradición y unidad.

Un espacio de convivencia

Una vez finalizado el ritual, los judíos o fariseos descendieron hacia la parte baja de la iglesia. Pero el día no terminó ahí; se transformó. Entre música en vivo, rostros sonrientes y un ambiente lleno de vida, se creó un espacio compartido entre quienes pertenecen a la comunidad y quienes llegamos como visitantes, todos reunidos para ser parte de algo que va más allá de lo que se ve.

La llegada del Torito

Entonces, apareció el Torito. Esta estructura artesanal, cubierta de fuegos pirotécnicos, cobró vida al encenderse y corrió entre la multitud. Es un juego, sí, pero también una tradición profundamente arraigada en muchas celebraciones mexicanas. El público corrió, rio y se abrió paso. Algunos bailaban detrás del Torito, mientras otros simplemente observaban con asombro.

El Conti continúa en la comunidad

Ese momento en que el fuego y la música se mezclan con el ritual es cuando uno entiende la profundidad de estas tradiciones. El Conti termina cuando termina el rezo, pero continúa en la comunidad: en la risa de los niños, en la música, en la danza y en la chispa del Torito que corre iluminando la noche y el corazón de todos los presentes.

Eden Dusk
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En el tercer conti de la Cuaresma, vivimos algo especial en San Miguel Zapotitlán. Al finalizar la ceremonia, la solemnidad dio paso a la alegría y la convivencia, demostrando que lo ceremonial y lo festivo pueden unirse sin perder su esencia, en un momento de profundo respeto, tradición y unidad.

Un espacio de convivencia

Una vez finalizado el ritual, los judíos o fariseos descendieron hacia la parte baja de la iglesia. Pero el día no terminó ahí; se transformó. Entre música en vivo, rostros sonrientes y un ambiente lleno de vida, se creó un espacio compartido entre quienes pertenecen a la comunidad y quienes llegamos como visitantes, todos reunidos para ser parte de algo que va más allá de lo que se ve.

La llegada del Torito

Entonces, apareció el Torito. Esta estructura artesanal, cubierta de fuegos pirotécnicos, cobró vida al encenderse y corrió entre la multitud. Es un juego, sí, pero también una tradición profundamente arraigada en muchas celebraciones mexicanas. El público corrió, rio y se abrió paso. Algunos bailaban detrás del Torito, mientras otros simplemente observaban con asombro.

El Conti continúa en la comunidad

Ese momento en que el fuego y la música se mezclan con el ritual es cuando uno entiende la profundidad de estas tradiciones. El Conti termina cuando termina el rezo, pero continúa en la comunidad: en la risa de los niños, en la música, en la danza y en la chispa del Torito que corre iluminando la noche y el corazón de todos los presentes.

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