
El Venado y las estrellas: un diálogo entre la tierra y el cosmos.
Esta es la crónica de una imagen que unió la tierra con el cosmos: la captura del Venado yoreme bajo la Vía Láctea en la playa El Maviri. Es una historia de meses de planificación, perseverancia a través de múltiples desafíos y una profunda conexión con la cultura y el universo, un viaje que va mucho más allá de la fotografía final.
La visión: un diálogo entre la tierra y el cosmos
La idea era crear un puente entre la cultura ancestral yoreme y la inmensidad del universo. La imagen final captura al danzante del Venado en la orilla de la playa, en un diálogo silencioso con la Vía Láctea. Ataviado con su indumentaria tradicional, dirige su mirada y sus ayales hacia el firmamento, en un gesto que sugiere reverencia e introspección. La Vía Láctea se arquea sobre la escena como un puente de luz, sirviendo como telón de fondo para esta ceremonia silenciosa y recordando las historias que el universo ha contado a través de milenios.
La figura del Venado se erige como un guardián de los cielos y la tierra, un protector de saberes antiguos. Con los pies firmemente plantados en la arena, en la frontera donde termina la tierra y comienza el mar, se convierte en un símbolo de la interconexión entre la cultura y la creación.
La exploración: buscando el escenario perfecto

Todo comenzó meses antes, en mayo de 2023, con la fase de exploración o scouting. Acompañados por nuestros hijos y sobrina, nos aventuramos a la playa El Maviri para encontrar el escenario perfecto. La exploración diurna es fundamental en la astrofotografía; nos permite anticipar inconvenientes, estudiar la marea y planificar meticulosamente la logística, desde el equipo necesario hasta la seguridad del lugar. Fue una jornada que mezcló la planificación técnica con la creación de recuerdos familiares, disfrutando de la brisa del mar mientras buscábamos el encuadre ideal.
La historia detrás de la captura: una noche de desafíos

La noche de la sesión final, el 12 de septiembre, fue la culminación de meses de preparación. Llegamos al atardecer para no atraer atención innecesaria y, mientras Edén ajustaba el complejo equipo de cámaras y luces, Brenda se transformaba en el Venado. La astrofotografía exige condiciones muy específicas: alejarse de la contaminación lumínica de la ciudad y esperar una noche sin luna, cuya luz puede opacar el brillo de las estrellas.

El tiempo era un factor crítico. La Vía Láctea se movía rápidamente por el cielo y la marea ascendente amenazaba con reducir nuestro espacio de trabajo en la playa. La llegada de nuestro amigo David fue crucial; su ayuda aceleró la instalación de los flashes y luces justo a tiempo para capturar la galaxia en su apogeo. Tras meses de intentos y con la presión del momento, finalmente logramos la fotografía que habíamos soñado, un instante en que el arte, la cultura y el cosmos se alinearon en perfecta armonía.


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