
Las fuentes de Los Mochis: latidos de agua en nuestra memoria.
Hubo un tiempo en que las fuentes de Los Mochis eran latidos de agua que marcaban el pulso de la ciudad. Hoy, sus cuencos secos nos invitan a reflexionar sobre la importancia de avivar nuestra memoria colectiva, un eco de lo que fuimos y de lo que podemos recuperar.
Los espejos de nuestra historia
Cada fuente contaba una historia. La que brotaba en la glorieta Rosales guiaba el tráfico con sus destellos líquidos, mientras que a los pies del Quijote, un espejo de agua acompañaba la danza silenciosa de su lanza. En la entrada de la ciudad, la imponente Fuente Poseidón saludaba al viajero que llegaba. Eran puntos de encuentro que pintaron nuestros veranos y refrescaron incontables charlas.
El silencio de los cuencos secos

Hoy, la mayoría de estas fuentes callan. Se han convertido en cuencos secos bajo el sol, monumentos silenciosos a un pasado vibrante. Su quietud nos confronta con una ausencia, el vacío de un sonido y un movimiento que antes eran parte integral del paisaje y del espíritu de la ciudad. Son cicatrices en nuestra geografía urbana que nos hablan de abandono.
Un llamado a reavivar la memoria
Recuperar estas fuentes va más allá de una simple reparación. Despertarlas no es solo devolverles el agua, es reavivar la memoria de la ciudad. Es un acto para honrar los espacios que han definido nuestra identidad y que guardan los recuerdos de generaciones. Es un llamado a cuidar el patrimonio que nos da un sentido de pertenencia y nos recuerda el orgullo de nuestro origen.


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